Historia del Prof. Dr. J.D.Barquero con el Prof. Dr. Edward L. Bernays.
Difícilmente se pueden abreviar en un espacio tan corto tantas experiencias vitales compartidas al lado del Dr. Bernays en los EE.UU y otros países del mundo. Incluso, es difícil el poner palabras a la admiración, a la amistad, a la complicidad profesional. Es difícil cuando, con el paso del tiempo, los recuerdos se vuelven un poco borrosos, en los que, sin embargo, el sentimiento siempre permanece. Mi llegada a Estados Unidos era producto de dos proyectos iniciales, la consolidación de mis estudios profesionales en Relaciones Públicas y Economía así como el trabajar para el pionero de las Relaciones Públicas, para el hombre que logró a través de la persuasión de los públicos, crear, consolidar y dar forma a nuevas culturas, a nuevas necesidades, a nuevas industrias, a nuevos gobiernos: el Dr. Edward Bernays.
Aún recuerdo nuestra primera entrevista. No me imaginaba que con el paso de los años no sólo me habría convertido en su discípulo, aquel que seguía con atención sus consejos y relatos, sino que tuve el honor de contarme entre su círculo de amigos. ¿Cómo olvidar aquellos interminables debates que tenían cita en el salón de su mansión junto al Río Charles? ¿Cómo borrar aquellas caminatas en las que el frío de Boston importaba poco si aquello valía una conversación con el hombre que asesoró a presidentes como Coolidge, Wilson, Hoover, Eisenhower, Reagan y Bush? ¿Cómo no recordarle día a día si su buen hacer y sus consejos están presentes en la Escuela Universitaria que dirijo, ESERP, de la cual es Presidente Honorífico? Sus palabras eran pausadas, pero cargadas de una vitalidad y claridad impresionantes. Pareciese como si su cuerpo le hubiese jugado una mala pasada y no correspondiese a su edad…Seguía siendo un hombre joven a sus 100 años, seguía viviendo y trabajando como si fuese el último día de su existencia. Festejó su 100 aniversario en España, tal como me prometió si terminaba mi libro antes de que él cumpliera un siglo, y en consecuencia, presentarlo, y en donde tuve la oportunidad de confirmar, que a pesar de la distancia y los años transcurridos, no hacen mella en la amistad cuando ésta es verdadera. Me permito robar unas palabras del poeta Mario Benedetti para describirle:
“No te quedes inmóvil, al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgana, no te salves ahora, ni nunca…no te salves, no te llenes de calma, no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo, no dejes caer los párpados pesados como juicios; no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño, no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo
Pero si pese a todo, no puedes evitarlo, y congelas el júbilo, y quieres con desgana, y te salvas ahora, y te llenas de calma y reservas del mundo, sólo un rincón tranquilo, y dejas caer los párpados, pesados como juicios; y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino, y te salvas…entonces, no te quedes conmigo”.
Era imposible quedarse a su lado y salvarse. Al lado de esta impresionante personalidad, aprendí a no salvarme, a no llenarme de calma, a no pensarme sin sangre, a no quedarme inmóvil, a no reservarme un lugar tranquilo en el mundo. Aprendí a aprovechar cada uno de los minutos de mi vida, a vivir cada día como si fuese el último. A trabajar cada día como si fuese el último. A realizarme como si fuese el último. Bernays fue mi tutor, mi profesor y mi amigo. La diferencia de edades siempre perdona a los espíritus jóvenes y vitales, y él era uno de ellos. De vez en cuando leo la correspondencia que intercambiamos a lo largo de los años y es imposible reconocer su edad en las mismas. No hay cansancio o abandono, no hay apatía o despedida. Hay alegría, vitalidad, interés, deseos, sueños. Algo que todos y cada uno de nosotros deberíamos tener cada minuto, cada hora, cada día. Mi respeto y admiración para mi profesor, amigo e inspirador de sueños profesionales, Dr. Edward L. Bernays Freud.
Toronto, Canadá, 1991. Allí compartí con Edward Bernays el Congreso Mundial de IPRA. Allí lo ví con vida por última vez. Con sus jóvenes 101 años nos brindó una cátedra inolvidable.
Pero más allá de aquella circunstancia, me aparece con nitidez un episodio en que fuimos “cómplices”.
En un momento de la reunión quedamos dialogando con él y con la eximia colega María Elvira Salles Ferreira, a la sazón directiva de IPRA y Presidenta de la Asociación Brasileira de RRPP, Capítulo Minas Gerais. María Elvira de llamativa belleza, tornó fluído el diálogo como perfecta traductora. Bernays la miraba con admiración y de pronto me dirigió una mirada “cómplice” y en su rostro cobró vida una expresión “pícara” de la que me hizo partícipe. Parecía el “duelo de las miradas” que refirió Freud, su ilustre pariente, desde el Psicoanálisis .
Aquella” complicidad ” con Bernays no la olvidaré jamás y forma parte de un episodio diferente que nos unió en su ingenua “picardía”.
Sin perjuicio que, María Elvira mediante, nos trasmitió sus recientes reflexiones (1991) en el sentido de que los Relacionistas somos “creadores de circunstancias” que hacen coincidir intereses públicos con privados, donde antes no existían. El valor social del Asesor en RRPP está en poner ante el público hechos e ideas de utilidad social que no conseguirán aceptarse de otra forma.
Nuevamente el término “circunstancias” cobró sentido filosófico, al recordar su aplicación por Ortega y Gasset y por Napoleón cuando decía que “yo hago las circunstancias”.
Bernays falleció en 1995, no sin antes proclamar que las “Relaciones Públicas no desaparecerán jamás, por qué tienen por protagonistas al ser humano y su destino”